La descarbonización de la economía lleva años siendo una prioridad que compromete a todos. Los biocombustibles de segunda generación pueden ser claves
Cuando hablamos de biocombustibles, lo hacemos de combustibles renovables provenientes de materia orgánica, razón por la cual son capaces de reducir el impacto ambiental, además de contribuir a la independencia energética. Entre sus grandes ventajas se encuentra el hecho de que pueden utilizarse desde ya mismo.
Los avances en investigación han facilitado el desarrollo de diferentes tipos de biocombustibles. Hoy en día contamos con biocombustibles de primera generación, que se obtienen a partir de cultivos agrícolas, y con los llamados biocombustibles de segunda generación (2G). Estos últimos, que no compiten con la alimentación, se producen a partir de residuos orgánicos, como aceites usados de cocina, deshechos agrícolas o ganaderos o biomasa forestal, entre otros.
Favoreciendo la descarbonización desde hoy
En la actualidad, los biocombustibles 2G se asoman como un actor fundamental para conseguir los objetivos planteados por la Unión Europea en su paquete de medidas Fit for 55. El propósito de estas medidas es reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 55% en el año 2030, respecto a 1990, y llegar a la neutralidad climática en 2050. En este contexto, ¿por qué los biocombustibles son especialmente relevantes?
En primer lugar, porque constituyen la opción inmediata más viable en la reducción de emisiones en sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado o la industria. Como se mencionaba antes, se producen a partir de materia orgánica, lo que hace que puedan reducir las emisiones de CO2 hasta en un 90% en todo su ciclo de vida respecto a los combustibles fósiles tradicionales. En segundo lugar, porque no suponen realizar cambios disruptivos para su producción ni logística. Nos lo explica con claridad Javier Antúnez, director de Biocombustibles de Cepsa: “Los biocombustibles tienen una naturaleza química similar a los combustibles fósiles empleados en los motores actuales”. Esto implica que es posible llevar a cabo la sustitución total o parcial de estos últimos “sin necesidad de realizar modificaciones ni en el sistema de distribución ni en los motores”.
Todo ello no significa que no existan ciertas dificultades. “La producción de biocombustibles puede ser más cara que la producción de combustibles fósiles en términos de costes directos de producción, ya que requiere de una inversión inicial para adaptar instalaciones productivas ya existentes o construir unas nuevas, además de conllevar costes adicionales asociados a las materias primas”, explica Antúnez. Sin embargo, son dificultades subsanables con un trabajo y compromiso conjunto: “A medida que se desarrolle la producción a gran escala, su coste será más competitivo”, observa.
Los automóviles y camiones que vemos hoy por la carretera llevan ya años incorporando una parte de biocombustibles. En este 2023 que ahora termina, el porcentaje es del 10,5%, pero el
incremento es progresivo y se espera que alcance el 12% en 2026. En otros sectores, como la aviación o el transporte marítimo, la regulación es más reciente y supondrá un cambio radical en las próximas décadas. Durante el último año, Europa ha incorporado nuevos objetivos de descarbonización en estos dos sectores, desarrollando los reglamentos ReFuelEU Aviation y FuelEU Maritime donde los biocombustibles son actores principales, ya que se incorporan objetivos de introducción de combustibles sostenibles de aviación (SAF) y se marca una senda de reducción de emisiones en las flotas. Esto ha hecho que muchas compañías hayan comenzado a probar su utilización. En el caso de Cepsa, que en el último año ha realizado pruebas y trabaja para impulsar su desarrollo y uso.
“Nuestra compañía ya comercializa combustible sostenible de aviación (SAF) en cinco de los principales aeropuertos españoles (Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Sevilla y Málaga), por los que cada año pasan más de 150 millones de pasajeros”, nos cuenta el director de Biocombustibles de la compañía. Y el propósito es multiplicar su uso en los próximos años: “En Cepsa, nuestro objetivo es ir escalando la fabricación hasta alcanzar una capacidad de producción de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles en 2030”, señala.
¿Qué ventajas adicionales aportan los biocombustibles 2G?
Esa capacidad de reducir de forma notable las emisiones de CO2 es, sin duda, una parte troncal de la apuesta por los biocombustibles. Pero sus beneficios no se quedan ahí, sino que aportan una utilidad muy significativa en diversos ámbitos. Veamos los principales:
- Aceleran la transición energética. Como hemos visto, los biocombustibles son análogos químicamente a los combustibles fósiles que se utilizan en los motores actuales de camiones, aviones o barcos. Es decir, se pueden usar en ellos. Además, no requieren adaptar infraestructuras logísticas ni de almacenamiento. La posibilidad de utilizarlos ya mismo agiliza la transición energética. Contribuye a la independencia energética estratégica de España y Europa. Como alternativa al petróleo ayudan a diversificar las fuentes energéticas. Esto hace que se incremente la seguridad energética y aumente la independencia en la producción de energía de nuestro continente.
- Su producción no exige cambios excesivos en la industria. Existen tecnologías maduras para desarrollar su producción y se podrían utilizar las instalaciones actuales, con ciertas modificaciones, para llevar a cabo su producción.
- Contribuyen a la independencia energética de España y Europa. Como alternativa al petróleo y al gas, ayudan a diversificar las fuentes energéticas. Esto hace que se incremente la seguridad de suministro y aumente la independencia energética de nuestro continente.
- Fomentan la economía circular. Los biocombustibles de segunda generación, al utilizar residuos para su producción, dan una nueva vida a desechos que, de otro modo, terminarían en los vertederos y tendrían un impacto en el medioambiente. Lo que no valía, aquello que antes se desechaba, se convierte en un pilar para la producción de energía. La economía circular, pues, da valor a aquello que, en principio, no tenía utilidad para la sociedad.
El compromiso de las empresas, fundamental para impulsar la descarbonización y el uso de los biocombustibles
La descarbonización es una responsabilidad global en la que las empresas tienen una importancia decisiva. Pero, además, las acciones que persiguen la reducción de la huella de carbono suponen un factor de innovación y una oportunidad de desarrollo que va a contribuir a mejorar la sociedad y generar nuevos empleos. En esa línea se mueve Cepsa, que trabaja para ser un referente de la transición energética, acelerando su propia descarbonización y la de sus clientes, todo ello en el marco de su estrategia 2030 Positive Motion.
Precisamente en ese 2030, la compañía espera tener una capacidad de producción anual de 2,5 millones de biocombustibles, poniendo especial atención en el SAF, el combustible sostenible de aviación, donde esperar fabricar 800.000 toneladas anuales. Con esa cantidad se podría sobrevolar nada menos que 2000 veces el planeta. Porque descarbonizar el sector aéreo, no lo olvidemos, es también hacer el turismo sostenible, uno de los principales pilares de la economía española.
Cepsa cuenta con numerosos proyectos en marcha que persiguen hacer realidad su ambición convertirse en líder en la fabricación de biocombustibles 2G en España y Portugal. Iniciativas como el anuncio, el pasado abril, de la construcción de la mayor planta de biocombustibles 2G del sur de Europa, junto a Bio-Oils, dejan bien claro la firmeza de su propósito. También sus alianzas con aerolíneas de referencia para la investigación y producción de SAF, los suministros para barcos de pasajeros y de mercancías, o su participación este año en la primera prueba en España con biocombustibles 2G en el transporte ferroviario, junto a Maersk y Renfe.
La transición energética pasa por la investigación y el desarrollo de modelos alternativos de producción, distribución y consumo de la energía. Cada vez conocemos más fórmulas para convertir el reto de mitigar los efectos del cambio climático en una realidad. Y una de las que más posibilidades ofrece actualmente es la producción y utilización de biocombustibles. Hoy por hoy, aunque queda mucho camino por recorrer, podemos decir que se avanza por esa senda con paso firme.
La Vanguardia