Jamás nadie ha hecho tanto en contra del automóvil en tan poco tiempo como la UE con la electrificación, y ahora les llega el turno a los conductores que ven peligrar su carnet con la nueva directiva de seguridad vial
Hace ya años que la Unión Europea parece haber iniciado una carrera en contra del automóvil en toda regla. Bruselas ha adoptado la bandera de la electrificación a nivel mundial, algo que algunos han considerado como un verdadero tiro en el pie de la organización que ha dado en el pecho a una de las industrias más florecientes a nivel mundial que tenía Europa: el automóvil.
Un sector que ha llegado a suponer un 7 % del PIB europeo y emplea a 12, 7 millones de trabajadores. Europa es todavía el segundo mayor productor mundial de automóviles e invierte anualmente unos 60.000 millones de euros en investigación y desarrollo, un 34 % del total europeo.
Cero emisiones
Se trata de unos datos lo suficientemente abultados como para que desde Europa se hubiera manejado con algo más de prudencia lo que ha venido a llamarse la electrificación, una medida apresurada y no bien meditada que ha sido apoyada por el lobby ecologista y socialista de Bruselas a raíz del escándalo de las emisiones diésel del Grupo Volkswagen.
De la mano del Objetivo 55 la UE se planteó hace una década reducir la emisión de gases con efecto invernadero (descarbonización) un 55 % en 2030 y un 100 % en 2050. Un reto que trasladado al automóvil se tradujo en la electrificación.
Llega la electrificación
Merece la pena recordar que se ha criminalizado al automóvil como el gran responsable de las emisiones a nivel europeo, cuando en la actualidad sólo está detrás de 15 % de las emisiones de CO2.
La realidad es que Bruselas ha trasladado un mensaje confuso a los conductores, anticipando más de una década la desaparición de los motores de combustión y ofreciendo a cambio unos coches eléctricos que los europeos no quieren por el momento, sin valorar además una red de recarga que deja mucho que desear. Es como tratar de vender coches de gasolina sin gasolineras.
La UE no sólo trata de obligar a los conductores a comprar este tipo de tecnología enchufable, sino que obliga a los fabricantes (empresas privadas) a dejar de fabricar coches de combustión y producir coches electrificados, bajo la amenaza de elevadas multas que pueden poner en riesgo la viabilidad de muchos de los fabricantes.
Obligación
La consecuencia es que en buena parte de Europa la demanda de coches nuevos se retrae y se dispara la de usados, que al final es el recurso al que empujan a los conductores. Es cierto que las ventas suben, pero aún estamos muy lejos de las cifras previas al COVID, que deberían ser nuestro escaparate.
Todo ello sin olvidar el puente de plata que le hemos puesto a los fabricantes chinos, que aprovecharon la pandemia para invertir ingentes cantidades de dinero en esta tecnología para invadir el mercado comunitario.
Prohibiciones y más prohibiciones que de cara a los usuarios se plasman en las Zonas de Bajas Emisiones y las limitaciones a la circulación, que sólo en España afectan ya a 25 millones de coches que no tienen etiqueta Cero.
Cero fallecidos
En paralelo al Objetivo 55, la Unión Europea se sumó de facto a una iniciativa sueca de 1997 que planteaba reducir los fallecidos en carretera a cero en 2050 y antes de eso a la mitad en 2030. Se trata del objetivo Vision Cero.
A seis años de este primer objetivo parcial la realidad es que los fallecidos no solo no están cayendo sino que se ha detectado una tendencia al alza tras el COVID, lo que ha empujado a la UE a la creación de una nueva directiva en proceso de aprobación que va a reducir el número de conductores europeos.
Para ello se ha legislado un carnet de conducir más restrictivo que nunca que incluye el endurecimiento de los test psicoténicos para su obtención, con un test de aptitud psicológica que va a dejar a muchos conductores por el camino.
Menos conductores
Se facilita además la retirada de carnet a nivel europeo, con mecanismos que van a generar indefensión en los conductores, pues cualquier país va a poder retirar una licencia independientemente de la nacionalidad del conductor y del país de emisión del permiso. El resultado, menos conductores sobre el asfalto.
Una ecuación perfecta, menos coches y menos conductores en las carreteras igual a menos emisiones y menos fallecidos.
El Debate.com