La Unión Europea no ha dado marcha atrás en su estrategia climática para el automóvil. Aunque en los últimos meses se ha hablado de una supuesta rectificación del veto total a los motores de combustión a partir de 2035, la realidad es que el cambio anunciado apenas altera el fondo de la hoja de ruta: el coche eléctrico seguirá siendo el eje central del mercado y la combustión quedará limitada, cara y fuera del alcance de la mayoría de los conductores.
La propuesta de la Comisión Europea, todavía en fase de borrador y pendiente de debate en el Parlamento y el Consejo, no elimina los objetivos climáticos, sino que los ajusta ligeramente. En lugar de exigir una reducción del 100 % de las emisiones de CO₂ en los turismos de nueva matriculación respecto a 2021, se plantea una rebaja del 90 %. Un matiz técnico que, en la práctica, no cambia el resultado final.
No se prohíben coches, se prohíben emisiones
Europa no legisla sobre el número de vehículos de combustión que podrán venderse, sino sobre el promedio de emisiones de cada fabricante. Esto significa que las marcas podrán seguir matriculando coches con motor térmico después de 2035, pero solo si compensan esas emisiones con un volumen masivo de ventas de vehículos eléctricos.
En otras palabras: por cada coche de gasolina, diésel o híbrido que se venda, las marcas deberán colocar muchos más eléctricos para no sobrepasar el límite de emisiones de su flota. El resultado es claro: el grueso del mercado será eléctrico y la combustión quedará relegada a modelos muy concretos y de bajo volumen.
Combustión sí, pero con condiciones muy estrictas
La Comisión Europea también introduce nuevos requisitos para los fabricantes. Entre ellos, la obligación de utilizar al menos un 7 % de acero bajo en carbono producido en la UE y un 3 % de combustibles neutros en carbono. Además, se mantiene el sistema de “supercréditos” para determinados vehículos eléctricos pequeños, una herramienta que facilita a las marcas cumplir los objetivos sin renunciar del todo a la combustión.
En este contexto, se abre la puerta a los combustibles sintéticos y biocombustibles, una concesión impulsada principalmente por Alemania y por marcas como Porsche. Sin embargo, esta supuesta salvación del motor térmico tiene un problema evidente: el coste.
Gasolina sintética: técnicamente viable, socialmente inaccesible
La producción de combustibles sintéticos a gran escala sigue siendo una incógnita. Porsche ya fabrica e-fuels en Chile, pero reconoce que el precio podría superar los dos euros por litro. Una cifra que convierte esta alternativa en un producto exclusivo, pensado para deportivos de lujo y marcas de nicho, no para el conductor medio europeo.
Así, aunque formalmente la combustión seguirá existiendo, hacerlo será cada vez más caro. Los coches de gasolina, híbridos o híbridos enchufables requerirán tecnologías más complejas, adaptadas a combustibles especiales, lo que encarecerá tanto el vehículo como su uso diario.
El eléctrico, única opción realista para la mayoría
La conclusión es clara: Europa no ha frenado su apuesta por el coche eléctrico. Al contrario, la ha consolidado. La supuesta flexibilidad en 2035 beneficia sobre todo a la industria, que gana margen para adaptarse y evitar sanciones millonarias, pero no garantiza una alternativa asequible para los ciudadanos que quieran seguir conduciendo un coche de combustión.
Para la mayoría de los europeos, la elección será sencilla pero forzada: asumir el coste creciente de la combustión o dar el salto definitivo al vehículo eléctrico. Y no sería la primera vez que, a medida que se acerque la fecha clave, los fabricantes vuelvan a pedir una relajación de los objetivos de emisiones. La historia reciente invita a no descartarlo.
Fuente | motor.es
