Durante años, Elon Musk fue considerado un genio transformador. Pero su creciente exposición política y decisiones controvertidas han empezado a dañar no solo su reputación, sino también la imagen y resultados de Tesla.
Su implicación en iniciativas cercanas a la administración Trump, especialmente una polémica reestructuración de agencias federales bajo el programa DOGE, ha dejado un rastro de despidos, litigios y caos operativo. Lejos de generar ahorros, como prometió, los expertos advierten que la operación podría terminar costando más al contribuyente de lo que ahorra, debido a la falta de planificación y a una ejecución improvisada.
Mientras tanto, Tesla paga las consecuencias. Las ventas han caído un 39 % en Europa y la marca ha perdido terreno en EE. UU., donde su cuota de mercado en vehículos eléctricos ha descendido notablemente. El boicot de consumidores y las protestas sociales no han hecho sino agravar la situación.
A esto se suma el daño reputacional de sus alianzas políticas y declaraciones polémicas, que lo han vinculado públicamente con figuras de la extrema derecha en Estados Unidos y Europa. En un contexto donde reputación y confianza son claves, Tesla arrastra el peso de cada decisión de su CEO.
Musk ha prometido centrarse de nuevo en la empresa, con mejoras tecnológicas y nuevos lanzamientos. Pero analistas coinciden: no se trata solo de innovación, sino de confianza. Y recuperarla podría llevar años—si es que aún es posible.
El empresario que prometía revolucionar el transporte ahora lucha por no empañar el legado de Tesla. Porque en el actual escenario, separar la figura de Musk de su compañía ya no parece una opción viable.
Fuente | computerhoy.20minutos.es
