El porvenir del coche eléctrico continúa siendo motivo de debate. Aunque se da por hecho que en un futuro cercano los vehículos de combustión desaparecerán de las carreteras, los fabricantes siguen sin tener una postura unánime. La tendencia general es apostar por la electrificación, sí, pero no sin matices. Y esos matices, que difieren notablemente entre compañías, se han ido intensificando especialmente entre las marcas europeas.
Uno de los ejemplos más claros es el de Luca de Meo, director ejecutivo de Renault, quien en una entrevista concedida hace unos meses al Corriere della Sera ya dejaba ver sus reservas respecto al calendario establecido: “Cuando se tomó la decisión de poner fin a la venta de coches de combustión, tanto Francia como el Grupo Renault sosteníamos que 2035 era una meta demasiado temprana. Apuntábamos más bien a 2040”, afirmaba entonces.
En ese contexto surge una palabra que se ha convertido en comodín entre los altos cargos del sector: “flexibilidad”. Así lo planteaba también De Meo: “Hace falta algo más de margen temporal”. Argumenta que la industria automotriz del continente ha destinado inversiones multimillonarias para adaptarse a esta transformación y que abandonarlas de forma prematura sería un error estratégico. “¿Vamos a tirar por la borda todo ese esfuerzo? Desde luego que no”, subrayaba.
Mientras tanto, modelos como el Renault 5 Turbo 3E —una reinterpretación vanguardista y eléctrica del clásico deportivo de la marca— reflejan ese intento de mirar al futuro sin desprenderse del legado. El avance continúa, pero no sin desafíos.
“El progreso no se puede frenar”, advertía el CEO. “Las sociedades que se han opuesto históricamente a avanzar, han terminado perdiendo. Y la electrificación forma parte de ese avance. El problema no es el qué, sino el cuándo. Pasar de un 10 % de vehículos eléctricos en el mercado a una cobertura total en apenas 12 años es un reto mayúsculo. Y no soy el único que lo piensa”, añadía.
Los obstáculos no son sólo legislativos. En palabras del propio De Meo, la competencia asiática es otro de los grandes retos. “China identificó con antelación el potencial del vehículo eléctrico, mientras en Europa seguíamos discutiendo sobre los motores diésel. Eso les ha dado una ventaja que se traduce en tecnología y capacidad industrial.” Aun así, propone una vía de colaboración: “Necesitamos encontrar formas de cooperar con ellos. La industria china puede ser un estímulo, no sólo por su competitividad, sino también por su aporte tecnológico y en materias primas.”
Y como colofón, el máximo responsable de Renault deja claro que el vehículo eléctrico no será la única respuesta a los desafíos medioambientales y de movilidad. “Aunque vendiésemos 15 millones de eléctricos en la próxima década, el parque móvil europeo seguiría contando con unos 280 millones de vehículos. La transformación completa llevará, al menos, dos décadas”, concluía.
Así, la fecha de 2040 ya no parece tan lejana como antes.
Fuente | lavanguardia.com