El automóvil, la movilidad, el transporte en general hace que toda la sociedad se enfrente a un profundo cambio con la llegada de la electrificación
El automóvil, la movilidad, el transporte en general hace que toda la sociedad se enfrente a un profundo cambio con la llegada de la electrificación, del coche autónomo o del vehículo compartido. Todos estos cambios van a afectar a nuestros hábitos, a nuestra manera de movernos y por ello nos van a cambiar la vida. Más allá de los cambios que afectarán a nuestra manera de vivir también hay que analizar los cambios de la industria asociada y los de la sociedad, necesarios para implementar toda esta revolución.
El sector del automóvil, como parte importante de este gran cambio, está realizando una profunda transformación y lo hace de manera acelerada para intentar adelantarse a los acontecimientos. La descarbonización es la clave del futuro inmediato. En este sentido, el grupo Volkswagen, por ejemplo, invertirá 46.000 millones de euros en los próximos cinco años para la electrificación de sus vehículos, 35.000 millones en coches 100 % eléctricos y otros 11.000 millones en modelos híbridos enchufables. Lo mismo podemos hablar del Grupo Toyota o de Hyundai, Mercedes, BMW, el Grupo Renault o PSA. Todos los fabricantes han hecho una apuesta brutal por la electrificación.
Por otra parte, los ciudadanos también están cada día más motivados con el cambio hacia la electrificación. Todo ello pese a que en muchos casos les va a suponer modificar su estilo de vida diario. Adaptar la casa o el lugar de trabajo a las nuevas necesidades que plantea esta movilidad futura, más centrada en la electrificación. Pero también las implicaciones de la movilidad compartida o el mayor uso del transporte público o el centro de la ciudad limitado al tráfico particular.
Los fabricantes de automóviles y vehículos comerciales e industriales hacen su parte de trabajo y lo mismo ocurre, poco a poco, con los ciudadanos, pero es imprescindible para que esta revolución funcione que los países ayuden. También hace falta una implicación por parte de las administraciones de los diferentes países y ciudades para que toda esta revolución eléctrica llegue a buen término. Cuando a principios del siglo XX llegaron los automóviles, con ellos llegó también el desarrollo de una compleja infraestructura, empezaron a hacerse carreteras y a extender una amplia red de gasolineras para dar servicio al nuevo “caballo de acero”.
Ahora estamos ante el mismo reto, los fabricantes están haciendo su trabajo rápido y bien, gastando mucho dinero para ello, y los ciudadanos, dentro de sus limitaciones económicas, están abordando el gran cambio. Lo que hace falta ahora es que las administraciones cumplan de verdad con su misión. Esta no es otra que facilitar toda la infraestructura necesaria para que la movilidad deje de ser una actividad contaminante y se convierta en cero emisiones y, sobre todo, mucho más racional.
La Unión Europea calcula que en 2030 serán necesarios al menos 2,8 millones de puntos de recarga mientras que 2019 se cerró con 199.825 puntos de recarga operativos. Y de ellos, solo 1 de cada 7 corresponden a puntos de carga rápida. En cuatro países se acumula el 75% de toda la infraestructura de puntos de recarga pública instalada. Son Alemania, Holanda, Francia y Reino Unido, que sin embargo solo suponen el 27% del territorio europeo. Esto demuestra que las administraciones, salvo contadas excepciones, no están cumpliendo con su parte.
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En este sentido, España está muy atrasado en el despliegue de infraestructuras de recarga. El ejemplo del plan Moves demuestra que no se está haciendo bien, al menos en España. Este plan se anunció a bombo y platillo en junio pasado, hace ya nada menos que cinco meses, y de los 100 millones de euros presupuestados solo se ha gastado un 44 %. Las causas, por un lado que dos de las comunidades autónomas ni siquiera lo han puesto en marcha.
Lo que mejor ha funcionado, aunque parezca mentira, son las ayudas para la compra de vehículos, que ya han agotado un 66 % del presupuesto asignado. En el caso concreto de Madrid y Barcelona se agotaron en solo unas semanas. El problema es que de los 100 millones de euros presupuestados, el 70 % correspondía a inversiones en instalación de infraestructuras, en actuaciones de bicicleta eléctrica compartida o en planes de transporte al trabajo. Y esta parte es la que está menos desarrollada.
Si queremos que se vendan más coches eléctricos, que parece que es el objetivo del Gobierno, hay que poner todas las herramientas necesarias para conseguirlo de una manera rápida, y no como hasta ahora. No hace falta anunciar un plan con muchos millones de euros, como hace el Gobierno cada vez que habla de apoyo al sector de automoción, sino que hay que conseguir que de verdad sea eficaz. Tiene que convencer a los ciudadanos y permitir un despliegue rápido. Eso es lo que necesitan la sociedad, los ciudadanos, las ciudades y también los fabricantes de automóviles. Pero, sobre todo, lo necesita el planeta.
El Confidencial