El dióxido de nitrógeno en las 15 principales urbes crece. Los niveles siguen por debajo de lo habitual, pero los ecologistas alertan del riesgo de incentivar los coches de combustión
La caída de la contaminación debido a la pandemia del coronavirus ha sido histórica, como igual de histórico ha sido el frenazo de la actividad económica en el mundo. En España, casi de la noche a la mañana, los niveles de dióxido de nitrógeno se desplomaron con la declaración del estado de alarma el 14 de marzo y el confinamiento posterior. Durante las tres primeras semanas del cierre por la cuarentena, la concentración de este contaminante —muy vinculado en las ciudades a los tubos de escape de los coches— cayó más de un 50% en las estaciones de medición urbanas del país. Pero el desconfinamiento ha hecho que vuelva a aumentar el tráfico de vehículos de combustión y está provocando ya un repunte de este tipo de polución.
Ese incremento se desprende del análisis realizado por EL PAÍS de los datos de las estaciones de medición de la calidad de aire de las 15 ciudades más pobladas de España, en las que residen más de 10,7 millones de personas (más de un cuarto del total de la población del país). La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), que calcula que la polución del aire causa 400.000 muertes prematuras en Europa cada año, lleva desde el inicio de esta crisis recopilando y difundiendo la evolución semanal de los niveles de varios contaminantes procedentes de alrededor de 3.000 estaciones de control de los miembros de la UE. Gracias a esta labor se puede trazar bien la ruta que ha seguido la polución del aire. Y el dióxido de nitrógeno —un compuesto nocivo para el hombre que causa dolencias respiratorias y del sistema circulatorio e inmunitario— es el contaminante en el que se aprecia mejor esa senda. Esto se debe a que está muy vinculado al tráfico en las ciudades, aunque como en el resto de compuestos también influye en su concentración las condiciones meteorológicas.
Durante las cuatro primeras semanas de confinamiento, los niveles de dióxido de nitrógeno cayeron de forma abrupta. La semana del 6 al 12 de abril se alcanzó el punto más bajo. La concentración media de dióxido de nitrógeno en esas 15 ciudades españolas descendió casi un 65% respecto a la media de esa misma semana de los últimos cuatro años (2016-2019). Luego esos niveles se estancaron, hasta que comenzó el repunte a partir de la semana del 11 al 17 de mayo.
Pese al aumento registrado desde el pasado mes, los niveles de este contaminante siguen estando considerablemente por debajo de lo normal y lejos de lo registrado antes del confinamiento. En la primera semana de junio, ya con todo el país dentro del proceso de desconfinamiento, la media de la concentración de dióxido de nitrógeno de las estaciones de las 15 principales urbes del país fue de 14,4 microgramos por metro cúbico, lo que supone un 31,2% menos que la media de los últimos cuatro años para ese mismo periodo.
Adrián Fernández, responsable del área de movilidad de Greenpeace en España, explica que pese a que el país al completo comenzó la desescalada a partir del 25 de mayo, los centros educativos no han vuelto a abrir y muchos empleados continúan con el teletrabajo, lo que frena los desplazamientos. En el otro lado de la balanza sitúa la “estigmatización del transporte público” por la covid-19 de la que alerta Miguel Ángel Ceballo, experto en calidad del aire de Ecologistas en Acción.
“Esta crisis no puede suponer que se retrasen medidas contra el transporte más contaminante”, advierte Fernández. “Si no se toman medidas estructurales para combatir a los principales emisores, en octubre y noviembre volveremos a niveles insalubres”, añade este miembro de Greenpeace.
Plan de ayudas
A Carlos Bravo, experto en energía de la asociación Salvia, también le preocupa “el repunte del uso del vehículo privado” debido a la pandemia. Bravo alerta del riesgo de que el plan de ayudas anunciado hace unos días por Pedro Sánchez para el sector automovilístico y que se está preparando pueda acabar incentivando la compra de coches de gasolina y diésel. La asociación Salvia y otras entidades, como la Fundación Renovables y Transporte y Medio Ambiente, se han unido para pedir al Ejecutivo un “uso eficaz y responsable” de los fondos públicos y que el plan del Gobierno se centre “fundamentalmente en potenciar la electromovilidad”. “La verdadera transformación se producirá apoyando a los vehículos eléctricos e híbridos enchufables, que son los que realmente reducen la contaminación y las emisiones de dióxido de carbono”, opina Bravo.
Este especialista en energía sostiene que Alemania está marcando el camino, al poner sobre la mesa un multimillonario plan de recuperación que solo contempla ayudas directas a la compra de coches eléctricos. “Si España quiere tener futuro en esta industria, debe apostar por la movilidad eléctrica”, señala Bravo.
Cuando el presidente Sánchez anunció el 31 de mayo ese plan de apoyo al sector de la automoción, no concretó si incluiría ayudas a la compra de motores de combustión. Pero algún alto cargo del Ministerio de Industria sí ha abogado por ayudas a ese tipo de coches, como pide la patronal de fabricantes Anfac. Antes del anuncio de Sánchez, el Ministerio para la Transición Ecológica estaba ultimando la aprobación de un plan de ayudas solo para eléctricos por valor de 65 millones de euros.
El País