Los motores de gasolina modernos también bajo sospecha: un estudio alerta sobre la toxicidad de sus emisiones envejecidas
Durante mucho tiempo, las críticas medioambientales se han centrado principalmente en los motores diésel, sobre todo a raíz del escándalo del Dieselgate en 2015, que afectó gravemente a Volkswagen y marcó un antes y un después para esta tecnología, señalada desde entonces como altamente contaminante. Como respuesta, a partir de 2017 se estableció la obligación de incorporar filtros de partículas en los nuevos motores de gasolina, con el objetivo de minimizar su impacto ambiental.
Sin embargo, una investigación reciente plantea nuevas dudas sobre la supuesta limpieza de los motores de gasolina actuales. A pesar de contar con sistemas avanzados de filtrado, estos motores podrían seguir representando una amenaza significativa para la calidad del aire y la salud pública, debido a cómo sus emisiones interactúan con el entorno una vez liberadas.
El trabajo, llevado a cabo por el centro Helmholtz Munich junto con la Universidad de Rostock, revela que los gases emitidos por vehículos de gasolina modernos, al mezclarse con la atmósfera y someterse a reacciones químicas naturales, pueden transformarse en compuestos mucho más tóxicos de lo que se había estimado hasta ahora. Los resultados, publicados en la revista Science Advances, advierten que incluso cuando estos automóviles cumplen con la normativa Euro 6d, sus emisiones podrían implicar riesgos sanitarios considerables tras pasar por el llamado envejecimiento atmosférico.
El verdadero problema comienza tras el tubo de escape
El análisis se centró en un vehículo con filtro de partículas de gasolina (GPF), un sistema obligatorio desde la implementación de la normativa vigente. Aunque este dispositivo reduce significativamente la liberación de partículas en el momento de la combustión, el estudio muestra que las emisiones continúan reaccionando con la radiación solar y los oxidantes del aire, lo que provoca una transformación química conocida como envejecimiento fotoquímico. Este proceso da lugar a nuevos compuestos, algunos de ellos más nocivos que los originales.
Las pruebas de laboratorio, realizadas con células pulmonares humanas, revelaron que mientras los gases recién expulsados no mostraban efectos negativos aparentes, tras su envejecimiento provocaban citotoxicidad, daño en el ADN y estrés oxidativo. Según el estudio, “las emisiones envejecidas causaron un daño significativo al ADN y estrés oxidativo tanto en células epiteliales alveolares cancerosas como en células bronquiales normales”.
Este fenómeno se vincula, entre otros factores, con la formación de aerosoles orgánicos secundarios (SOA), que se generan a partir de la transformación de los compuestos orgánicos volátiles (COV) presentes en los gases de escape. Los autores destacan que “las emisiones de los vehículos de gasolina modernos aún favorecen la formación de SOA en niveles que superan a los de los aerosoles primarios (POA)”.
La normativa actual no contempla esta evolución
Los expertos critican que la legislación vigente solo evalúa los contaminantes en el momento de su emisión, sin considerar su evolución química posterior ni su efecto tras el envejecimiento atmosférico. Tal y como recoge el informe: “las regulaciones sobre emisiones deben tener en cuenta cómo cambian y se intensifican los efectos tóxicos de los gases una vez en la atmósfera”.
El equipo investigador afirma que este es el primer estudio que demuestra de forma concluyente la toxicidad de las emisiones envejecidas de un coche de gasolina conforme a la normativa Euro 6d y equipado con GPF, utilizando un enfoque experimental que reproduce condiciones reales de exposición ambiental. Para lograrlo, los científicos combinaron simulaciones atmosféricas con ensayos celulares directos, obteniendo resultados más cercanos al comportamiento de los contaminantes en el mundo exterior.
Fuente | elconfidencial.com