Las últimas pruebas de Rolls-Royce y el Pentágono demuestran que el combustible sintético fabricado con CO₂ funciona tan bien o mejor que el tradicional. Ahora solo falta que actúen los políticos
La aviación comercial y militar se está acercando a un momento clave en su historia: La transición de combustible fósil a combustible sintético (SAF), algo que garantizará una producción de dióxido de carbono cero y una eventual reducción de coste operativo a largo plazo. Nadie pensó que esto iba a suceder tan pronto, pero el cambio se está acelerando y ahora es sólo cuestión de escalar la producción y su aprobación legal por parte de las autoridades civiles.
El último paso lo acaba de dar Rolls-Royce, que ha realizado con éxito pruebas usando uno de sus nuevos motores de última generación, el Pearl 700, en Dahlewitz, Alemania. El test sigue a otra batería de pruebas en tierra de su motor Trent 1000 en Derby, Reino Unido, en los que un motor estándar fue alimentado exclusivamente con combustible SAF al 100%, sin mezcla alguna.
Listos para el despegue
Las pruebas de Rolls-Royce demuestran que los motores actuales diseñados para grandes aplicaciones de aviones civiles y militares pueden funcionar al 100% de su capacidad usando SAF exclusivamente.
Actualmente, el uso de SAF solo está certificado para su uso en aviación civil cuando se mezcla con combustible para aviones convencional a un máximo del 50% pero, según la compañía británica, se puede utilizar en todos los motores Rolls-Royce actuales sin problemas sin ningún tipo de mezcla.
Un movimiento impulsado por el Pentágono
La aceleración en la adopción del combustible SAF es un logro increíble, según me cuenta Gregory Constantine en una entrevista por videoconferencia. El director ejecutivo de Air Company, la startup que destila el combustible de aviación sostenible Airmade, afirma que “la belleza del combustible sintético es que no es necesario realizar cambios en ningún motor”. Simplemente funciona tan bien como el combustible de aviación normal y es seguro.
Estas afirmaciones fueron probadas en 2022 por la Fuerza Aérea de EEUU, que utilizó Airmade SAF en un vuelo no tripulado por primera vez en la historia. El líquido cristalino superó sus parámetros de seguridad y rendimiento de vuelo a nivel militar, aún más exigente que los civiles, lo que resultó en un contrato de 65 millones de dólares con el Departamento de Defensa.
El Pentágono no sólo es el mayor consumidor de combustible aéreo de todo el planeta, sino que se ha comprometido a hacer que las emisiones de todas sus operaciones aéreas sean totalmente neutras, ya que considera que el cambio climático es una de las amenazas más apremiantes contra la seguridad nacional norteamericana. Siguiendo la estela de la USAF, aerolíneas comerciales como Virgin Atlantic y JetBlue también se han apuntado a utilizar Airmade SAF en el futuro.
Capturar el CO2 imitando la fotosíntesis
Fabricado en una pequeña fábrica piloto de menos de 500 metros cuadrados en Brooklyn, Nueva York, Air Company procesa el CO2 capturado en las chimeneas de fábricas antes de que contamine el aire, mezclándolo con hidrógeno extraído del agua en una máquina que imita la fotosíntesis.
Esta tecnología patentada, denominada Reactor de Conversión de Carbono, combina estos compuestos usando un catalizador para producir los hidrocarburos que componen el Airmade SAF. Según Constantine, todo funciona con energía renovable. Hay otras empresas que, como Air Company, están produciendo estos combustibles sintéticos usando otros métodos
El resultado final, sin embargo, es el mismo: Capturar CO2 del aire para crear combustible para aviones y automoción, lo que presenta una solución lógica, económica y factible para enfrentarnos con urgencia al exceso de la producción de este gas invernadero.
Otra vez los políticos
Si tanto Rolls-Royce como la USAF o Virgin Atlantic están ya subidas al carro del SAF, hay que preguntarse por qué narices no estamos usando SAF ahora mismo. Según Constantine, se trata principalmente de legislación en todo el mundo: Los políticos —algunos más interesados en agendas demenciales en contra de la evidencia científica y la más pura lógica— y las agencias gubernamentales de aviación todavía no han aprobado su uso generalizado.
A pesar de la crisis climática, argumenta Constantine hablando con pies de plomo, la industria avanza lentamente debido a “preocupaciones de seguridad”. Afirma que su empresa fue la primera en impulsar que EEUU ponga en marcha las leyes para permitir el uso del SAF que empresas como Rolls-Royce o el propio Pentágono certifican para su uso.
Listos para escalar
Constantine añade que, una vez todo esté sellado por la autoridades, todo será una cuestión de escalar la producción industrial. Él cree que Air Company y otras empresas están preparadas para asumir el desafío de aumentar la producción y descarbonizar por completo toda la aviación civil y militar en las próximas décadas, antes de 2050.
Y, aunque el impacto real de la aviación en la producción global de CO2 es insignificante comparado con otras fuentes y su demonización por una parte del espectro político es una pantomima sin base científica, bienvenida sea cualquier reducción de la contaminación, aunque sólo sea por nuestros pulmones. Sobre todo cuando la aviación eléctrica ni está lista ni lo estará en muchas décadas, si es que alguna vez llega.
El Confidencial