Una compañía ha desarrollado una tecnología que transforma el CO₂ en combustible para aviones y las grandes aerolíneas ya le han pedido 4.500 millones de litros
Aunque ha habido avances en los últimos tiempos que prometen viajes en avión que no generen emisiones, la realidad es que no hay un sustituto inmediato a los combustibles fósiles. Sin embargo, una serie de compañías están trabajando en soluciones sostenibles que se pueden aplicar ya y que eliminan tanto o más CO2 del que generan.
El hidrógeno, las baterías o los biocombustibles son algunos de los candidatos a eliminar los cerca de 900 millones de toneladas de dióxido de carbono que los aviones emiten en un año. Esto es, aproximadamente, un 12 por ciento de las emisiones generadas por el transporte y cerca del tres por ciento del total del CO2 que arrojamos a la atmósfera.
Pero a estas tecnologías aún les quedan años para estar listas. Los aviones de hidrógeno están todavía en fase experimental y los de baterías solo se están usando para trayectos cortos y con pocos pasajeros. La opción que según la mayoría de los expertos podría ofrecer una solución a corto plazo son los biocombustibles, que se suelen extraer del maíz, la soja, las grasas animales o aceite de cocina usado y ofrecen la densidad energética suficiente como para cubrir largas distancias. Sin embargo, las aerolíneas solo han empleado en 2021 unos 100 millones de litros de este tipo de combustibles, menos del uno por ciento del objetivo que se impuso la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (AITA) para 2020. La propia AITA quiere llegar a cero emisiones netas de CO2 en 2050, esto significa que se tiene que equilibrar la cantidad de dióxido de carbono liberado con una cantidad equivalente retirada de la atmósfera.
Los biocombustibles —conocidos en este caso como combustible sostenible de aviación (SAF)— se pueden usar con pocas variaciones en los aviones actuales y podrían conseguir emisiones netas en poco tiempo. Pero aunque las aerolíneas apostaran firmemente por ellos, cosa que no han hecho hasta ahora, todavía no están exentos de problemas. Hay analistas que advierten que el aumento de la demanda podría provocar también la subida de los precios de las materias primas que se utilizan para elaborarlos, así como encarecer ciertos alimentos, impulsar la deforestación o ampliar aún más la ganadería intensiva.
Vodka y combustible de aviones a partir del CO2
La solución que propone la empresa Air Company es interesante porque utiliza el CO2 que se captura de la atmósfera para fabricar su combustible. Esta tecnología ha llamado la atención de grandes aerolíneas como Jetblue y Virgin Atlantic que ya les han encargado más de 4.500 millones de litros para la próxima década.
Air Company se hizo conocida hace unos tres años por convertir dióxido de carbono en vodka en su fábrica de Brooklyn, en Nueva York. Ahora cuenta con una financiación de 40 millones de dólares de gigantes como Jetblue o Toyota para desarrollar su SAF.
Para producir el biocombustible solo necesitan hidrógeno y dióxido de carbono, que capturan de las plantas de fabricación de bebidas. El hidrógeno se separa del agua por electrólisis y se combina con el CO2 mediante un catalizador metálico que produce etanol o parafinas. Con estos productos fabrican, además de su famoso vodka, perfumes, desinfectantes de manos o los mencionados SAFs.
“Nuestra tecnología y los productos que fabricamos son realmente un trampolín para llegar a los productos básicos masivos”, explica Gregory Constantine, director general de Air Company, en declaraciones para Canary Media. Esta compañía asegura que si los aviones utilizaran su nuevo combustible en lugar del tradicional se podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 97 por ciento.
Air Company ya ha utilizado su combustible en un vuelo de prueba no tripulado de las Fuerzas Aéreas estadounidenses. Constantine asegura que la prueba demuestra que “no sólo el combustible funciona, sino que es seguro [y] puede volar exactamente con los mismos resultados” que los combustibles convencionales. “Ya no es una idea conceptual, hemos demostrado que tenemos la capacidad de producirlo”, explica Constantine. “Ahora el reto es producirlo a escala”.
Aunque no es la única
Otra compañía que transforma en combustible el carbono capturado de la atmósfera —en concreto de las fábricas de papel o de las refinerías de etanol— es la californiana Twelve. Ellos utilizan catalizadores para conseguir monóxido de carbono del CO2 y para extraer el hidrógeno del agua. El resultado es un gas sintético que luego se somete a unas reacciones químicas (proceso Fischer-Tropsch) que generan hidrocarburos líquidos.
Twelve ha llamado a su combustible para aviones E-Jet y asegura que emite aproximadamente un 90% menos que el convencional. Al igual que Air Company, Twelve también ha colaborado con las Fuerzas Aéreas estadounidenses. Y en estos momentos está construyendo una nueva planta para producir combustible para Alaska Airlines y Microsoft.
Otras empresas que utilizan sistemas similares son la multinacional Lanzatech —que fabrica queroseno sintético a partir del etanol extraido de las fábricas de acero en China— y la empresa irlandesa Xfuel —que utiliza materiales de desecho procedentes de la construcción o la agricultura para fabricar biocombustibles—.
Como sucede con todas estas tecnologías que buscan la etiqueta de sostenible, es fundamental que todo el proceso se alimente con fuentes renovables porque estos sistemas requieren gran cantidad de energía para funcionar. Además, los aviones que usen estos combustibles no dejarán de generar nuevas emisiones de CO2. El objetivo es tener un combustible que consiga emisiones netas, por lo que el carbono que capturan en el proceso tendría que igualar o superar el que producen.
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