La llamada Estrategia eléctrica del Gobierno alemán, presentada hace unos años como un modelo a seguir para la transición ecológica europea, se ha convertido en un colapso industrial sin precedentes. Según datos de la consultora Falkensteg, más de 40 grandes proveedores del sector automovilístico, cada uno con una facturación anual superior a los 10 millones de euros, se han declarado en quiebra solo en lo que va de 2025, dejando un reguero de cierres, recortes y despidos.
Lejos de revertirse, la tendencia apunta a un agravamiento: se prevé que en 2026 las insolvencias crezcan otro 30%, marcando el peor dato en más de dos décadas. Los analistas coinciden en que Alemania está perdiendo aceleradamente su liderazgo tecnológico e industrial, víctima de una política de electrificación impuesta sin una base productiva sólida.
La estrategia, que buscaba situar a Alemania a la cabeza de la movilidad sostenible, ha terminado revelando una profunda desconexión entre la agenda climática y la realidad industrial. Los vehículos eléctricos alemanes, más caros y menos competitivos que los chinos, han sido desplazados por la producción asiática, impulsada por energía más barata, bajos costes laborales, ventajas fiscales y fuertes subsidios estatales.
Mientras tanto, las empresas germanas soportan costes energéticos récord, elevada presión fiscal y una burocracia paralizante, condiciones que asfixian la innovación y la inversión. El resultado: una caída drástica de las ventas y una destrucción acelerada de empleo en todos los niveles de la cadena de suministro.
Solo tres grandes grupos —AE Group, Bohai Trimet y Boryszew Kunststofftechnik, han suprimido más de 1.800 puestos de trabajo este año. A su vez, ZF Friedrichshafen prevé eliminar entre 11.000 y 14.000 empleos antes de 2028, mientras que Bosch planea reducir otros 13.000 hasta 2030, tras haber despedido ya 11.600 trabajadores en 2024.
El experto automotriz Frank Schwope, de la Universidad FHM de Berlín, estima que el sector podría pasar de 267.000 empleados en 2024 a menos de 200.000 antes de 2030. “La transición verde se ha convertido en una trampa laboral”, sentencia.
La presidenta de la patronal automovilística VDA, Hildegard Müller, advierte que el 61% de las empresas del sector planea nuevos recortes de plantilla este año, en un contexto de estancamiento económico y desplome de la demanda europea. “El golpe más duro lo están sufriendo las medianas empresas proveedoras, que son el corazón tecnológico del sector”, añadió.
Ante el desplome de pedidos, numerosas compañías han optado por la fórmula del Kurzarbeit, reducción temporal de jornada y salario, para evitar cierres definitivos. ZF aplica esta medida en su planta de Schweinfurt y Bosch en la de Salzgitter, afectadas además por la crisis de semiconductores y las restricciones de exportación impuestas por China.
El gigante Mahle, por su parte, ha anunciado 1.000 despidos y un plan de ahorro de 150 millones de euros anuales, dos tercios de los cuales procederán de la reducción de personal.
Fuente | gaceta-es.cdn.ampproject.org
