Muchas empresas deberían reconocer lo que Volkswagen acaba de hacer. Las estrategias eléctricas no están consiguiendo los resultados esperados y hay una buena razón para ello. Los alemanes trabajan para revertir la situación, pero ¿será demasiado tarde?
El tiempo siempre da perspectiva y es mucho más fácil hablar cuando algo ha pasado que cuando está sucediendo o va a suceder. A mediados de la década pasada muchas marcas, viendo el interés suscitado por Tesla, advirtieron que el coche eléctrico iba a convertirse en el futuro campo de batalla de la industria. Con el paso del tiempo, en el presente, muchos se han dado cuenta que las previsiones iniciales están lejos de cumplirse. Muchas marcas se han dado cuenta del problema, Volkswagen entre ellas, tal y como reconoce su máximo responsable, Thomas Schäfer.
Insisto que con el tiempo es mucho más fácil hablar, pero hay cosas que parecen lógicas en cualquier punto del calendario. Todas las marcas decidieron apostar en un principio por los coches eléctricos de gran tamaño. Vehículos grandes y caros muy alejados del espectro habitual de la clientela internacional. Las tarifas y las limitaciones de los primeros coches eléctricos no llamaron la atención de la masa de conductores. Estos primeros pasos hoy han demostrado ser determinantes. Los fabricantes europeos necesitan lanzar al mercado coches más pequeños y baratos si realmente quieren conquistar las previsiones.
«Nos llamamos Volks-Wagen»
La marca alemana, fundada durante la oscura etapa del Tercer Reich, recibe su nombre de la unión de dos palabras, «Volks», que significa pueblo y «Wagen» que se traduce coloquialmente como coche. Si juntamos ambos términos el resultado final es «coche del pueblo». Volkswagen no sólo imprime ese carácter en su emblema, sino en toda la gama. La marca alemana se ha hecho popular en todo el mundo por ofrecer coches con una gran relación calidad-precio. Durante décadas han sido los grandes dominadores del mercado gracias a modelos como el Volkswagen Golf, que podría extender su vida útil o el Volkswagen Passat.
Los eléctricos están muy alejados del espectro popular y así lo reconoce el propio Schäfer a un conocido medio alemán: «para nosotros es importante completar la oferta por la parte inferior». No sólo para Volkswagen, para todas las marcas. Las únicas que escapan a esta política son las firmas generalistas, las únicas que incrementan ligeramente sus ventas. Wolfsburgo tiene que reconducir su estrategia, pero en una industria tan lenta como esta los resultados empiezan a dejarse ver con el paso de los años. Sin embargo, las prisas apremian y hay que coger atajos.
Los segmentos de menos de 30.000 y menos de 25.000 euros son un gran reto para las marcas. El margen de beneficio de los utilitarios y los compactos se estrecha peligrosamente. Se necesita mucho dinero para desarrollar un coche y mucho más en ver como el dinero se recupera. Por este motivo muchas empresas deciden asociarse entre sí con el único propósito de reducir los costes. A principios de año, Europa empezó a barajar una posible alianza entre Renault y Volkswagen. Un acuerdo que permitiría crear coches eléctricos pequeños y baratos con mayor rentabilidad para ambas marcas.
Finalmente, Volkswagen se bajó de ese carro y ahora emprende la batalla en solitario. Sobre la mesa ya están programados lanzamientos importantes como el Volkswagen ID.2. Deberíamos conocerlo el año que viene. Más adelante piensan lanzar un modelo aún más pequeño y barato, el posible Volkswagen ID.1, aunque por el momento no hay fecha concreta. La marca necesita estos coches desesperadamente si no quiere incurrir en graves multas por exceso de emisiones. Si Volkswagen no consigue reducir la huella de carbono de sus matriculaciones tendrá que pagar. Actualmente la cuota eléctrica es del 12%, y necesitan, al menos, un 31% para no ser penalizados.
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