Preocupación en EEUU, que podría quedarse rezagado en la historia de éxito de los vehículos eléctricos

Hay muchas buenas noticias. Según BloombergNEF, los vehículos eléctricos superarán los 14 millones de ventas este año. Esto supone un 35% más que el año pasado, otro récord para el sector. China es el motor de este aumento. El país se encuentra firmemente en la fase de adopción por parte del mercado de masas, con un 38% y un 32% de las ventas de turismos en agosto y septiembre, respectivamente.

Europa se ha mostrado sorprendentemente resistente. Las ventas en la región van camino de aumentar una quinta parte este año, hasta los 3,3 millones, aunque los recortes de las subvenciones en mercados como Alemania podrían afectar a la cifra final. Aunque las ventas en EEUU están más rezagadas, han superado la barrera del millón de unidades por primera vez este año y van camino de aumentar más de un 40% respecto a los niveles de 2022.

BloombergNEF prevé que el Model Y de Tesla se convierta en el vehículo de cualquier tipo más vendido en el mundo este año, tras situarse entre los cinco primeros en 2022. Tesla y BYD juntos representarán alrededor del 6% del mercado mundial de vehículos este año. BYD ha ampliado drásticamente su gama de modelos y su capacidad de fabricación. La empresa china se está introduciendo también en Europa, y su crecimiento, de oscuro fabricante de baterías a gigante mundial del automóvil, es uno de los éxitos más notables de la historia de la industria.

También crece el optimismo sobre la infraestructura de recarga y las baterías. Este año se instalará la cifra récord de 1,4 millones de nuevos puntos de recarga públicos. La utilización es por fin lo suficientemente alta como para que los operadores vean una rentabilidad favorable. Conseguir conexiones adecuadas a la red sigue siendo un reto, pero cada vez se construyen más grandes centros de recarga en todo el mundo, tanto para turismos como para camiones.

En cuanto a las baterías, los primeros indicios apuntan a que sus precios en 2023 reanudarán su descenso de décadas, tras haber subido el año pasado. Los precios del litio y otros metales de las baterías se han desplomado, lo que da a los fabricantes más margen de maniobra. Y lo que es más importante, se están haciendo verdaderos progresos en la comercialización de nuevos productos químicos, tanto en la gama alta del mercado -baterías de estado sólido- como en la gama baja, en forma de baterías de iones de sodio.

Preocupación en Estados Unidos

A pesar de todos estos avances positivos, el mercado de EEUU tiene algo más que un tufillo a miedo. Ford y General Motors han retrasado sus objetivos de vehículos eléctricos, mientras que Elon Musk se mostró bastante pesimista durante la última presentación de resultados de Tesla. Los inventarios de vehículos eléctricos están aumentando en muchos fabricantes de automóviles establecidos, las nuevas empresas están perdiendo dinero en su mayoría y los consumidores parecen cada vez más indecisos en varios mercados.

Varios de estos problemas son originarios de EEUU, donde la electrificación de las grandes camionetas a precios competitivos sigue siendo difícil debido a su excesivo tamaño y peso. En Estados Unidos, el tema de los vehículos eléctricos está cada vez más politizado. Hasta ahora, la inmensa mayoría de las ventas se han producido en estados azules, y hay indicios de que esta correlación entre la compra de VE y los patrones de voto puede ir reforzándose con el tiempo.

Las condiciones macroeconómicas también son un factor a tener en cuenta: la subida de los tipos de interés, el estancamiento de los precios de la vivienda y la incertidumbre bursátil pueden frenar el entusiasmo de los compradores. Pero culpar de todo a estos factores es ir demasiado lejos; hay dudas reales sobre si los compradores del mercado de masas en EEUU están realmente interesados en pasarse a la electricidad, y a qué precio.

En teoría, Estados Unidos debería haber alcanzado el punto de despegue de los vehículos eléctricos. Los análisis demuestran que los VE tienden a acelerarse en torno al 5% u 8% de las ventas, momento a partir del cual se alcanza la parte empinada de la “curva en S” de adopción por parte de los consumidores y todo cambia. Pero suponer que esto ocurrirá en todas partes plantea problemas.

En primer lugar, ese punto de despegue se basa en un número relativamente pequeño de países con diferentes políticas que se aplican al mismo tiempo, lo que hace difícil tener una visión clara de la demanda orgánica.

En segundo lugar, el concepto de curva en S se ha calibrado sobre todo en bienes domésticos o de consumo, como televisores, radios, microondas y teléfonos inteligentes. Ninguno de ellos se sitúa en el límite superior del poder adquisitivo de la gente, como ocurre con los coches. La pendiente de la curva del VE dependerá de lo rápido que bajen los costes, no de lo rápido que la gente haya adoptado el vídeo o el iPhone.

Por último, la mayor parte de la bibliografía sobre la rapidez con la que se adoptan los productos de consumo se basa en su porcentaje del stock total de algo, no en su porcentaje de nuevas ventas en un año determinado. Esto es muy distinto en el caso de los coches, porque, aunque los modelos enchufables supondrán alrededor del 18% de las ventas mundiales de vehículos este año -en la fase inicial del mercado de masas-, sólo representan el 3% del total de vehículos en circulación.

Mucha gente nunca compra un coche nuevo, así que se puede argumentar que el porcentaje de ventas nuevas es la medida correcta, pero la cuestión es que nos encontramos en un terreno relativamente inexplorado.

En los últimos cinco años se han revisado al alza la mayoría de las previsiones de adopción de vehículos eléctricos, incluidas las de BNEF. Si el mercado estadounidense se estanca, en los próximos años podrían rebajarse algunas de las previsiones más optimistas.

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